Agricultura
La actividad agrícola es de especial consideración para Yaiza, no tanto por el peso económico que en la actualidad es más bien escaso, sino por los valores tradicionales, históricos y paisajísticos que su actividad ha representado para nuestra sociedad en la isla y en especial para nuestro municipio.
A pesar de la endémica escasez de las lluvias, mas notable aún en la zona sur (la pluviometría media anual es de 150 mm.) y de la vecindad de la calurosa África, se reúnen condiciones para la horticultura de secano y la viticultura, un milagro que se debe en partes iguales al trabajo incansable de los agricultores y a la benéfica acción de los vientos alisios que llevan la humedad del Atlántico.
En la actualidad, los cultivos hortícolas ocupan aproximadamente una 6.000 hectáreas de enarenados artificiales, en la isla. En la zona de La Geria y alrededores estos enarenados existen de manera natural, y están compuestos por las cenizas de los volcanes de Timanfaya. Un legado natural de nuestra tierra del sur que el agricultor ha sabido aprovechar.
Los cultivos de secano, que son los que cuentan con una mayor tradición son los siguientes: cebolla, tomate, papa, batata, melón, sandía y calabaza. En lo que respecta a las legumbres, las más representativas son: garbanzos, lentejas, arvejas, judías y chícharos. Los cereales más característicos son: cebada, millo y el trigo.
El clima, la poca disponibilidad de agua y el viento, han sido características que han marcado la agricultura de la zona, y la distinguen de cualquier otra isla.
Todo el tipo de agricultura que se desarrolla es artesanal, prueba de ello son las viñas, que ponen de manifiesto el gran esfuerzo de los agricultores en un medio tan hostil, para poder obtener una producción tan escasa cuantitativamente hablando, pero de gran calidad.
No hay que olvidar que el resto de cultivos se plantan en suelos arenados, siendo también un modo muy sacrificado, tanto en la elaboración de los mismos como en su mantenimiento. Por un lado representa un aliado a la hora de retener el agua en la tierra vegetal, así como en la defensa contra las malas hierbas, pero por otro, tiene el inconveniente de no permitir ni el laboreo, ni la incorporación de materia orgánica, ya que supondría la retirada de todo el picón, y la nueva incorporación del mismo, con un elevado coste de maquinaria pesada. Todo ello hace que el suelo de tierra vegetal de los enarenados no se rompa después de la primera instalación, de forma que tenemos unos suelos compactados y pobres en materia orgánica.